La Terapia de Aceptación y Compromiso, conocida por sus siglas en inglés “ACT”, constituye una terapia conductual “contextual”. En ella, se reconoce que gran parte del sufrimiento de las personas se debe a sus intentos para evitar experiencias internas negativas (pensamientos difíciles, sentimientos y recuerdos dolorosos, sensaciones físicas incómodas).
Este intento de control es realizado mayormente a través del lenguaje, de reglas verbales auto-impuestas. El lenguaje se entromete en áreas de nuestra vida donde no es útil, debido a que nuestros pensamientos, emociones y sensaciones suelen escapar de los intentos por limitarlos o reprimirlos. Esta forma de actuar es conceptualizada como “evitación experiencial”.
Por esta razón, ACT es un modelo terapéutico basado en promover: a) la aceptación de las experiencias internas (pensamientos, emociones), en vez de evitarlas, y b) la habilidad para llevar a cabo acciones dirigidas por valores que la persona considera importantes y significativos para su vida.
En relación al primer aspecto, su meta no es cambiar los pensamientos y las emociones para alterar sus efectos en nuestra conducta, como la mayor parte de las terapias cognitivas. En vez de manipular el contenido de estas experiencias internas, se centra más en cómo cambiar su contexto –modificar la manera en que vemos a los pensamientos y sentimientos-, de modo que no nos fuercen a hacer cosas ni controlen lo que hacemos.
Por ejemplo, imagínese una persona que suele tener un pensamiento auto-crítico (“no soy valioso”) y por eso no va a reuniones sociales (evitación). En vez de atacar el pensamiento, la meta es aprender a notar que es sólo un pensamiento, reconocerlo y aceptarlo, MIENTRAS se va igualmente a las reuniones sociales.
El profesor Steven Hayes, uno de los fundadores de esta terapia, explica que cuando meditamos, por ejemplo, dejamos que nuestros pensamientos pasen delante de nosotros como nubes en el cielo, notándolos en vez de apartándolos. Esa es la idea de ACT: no se trata de cambiar o clarificar nuestros pensamientos, sino cambiar la relación que tenemos con el mundo dentro de nosotros mismos.
El segundo aspecto que promueve ACT es determinar qué es importante para ti (tus valores). Es importante preguntarnos qué clase de vida queremos vivir, para poder emprender acciones dirigidas por estos valores.
Para clarificar este concepto, pensemos cuando actuamos de acuerdo a nuestras emociones, en vez de valores. Las emociones son eventos que experimentamos internamente, y son de rápido inicio, alta intensidad y corta duración. Han sido seleccionadas por la evolución por su importancia para la supervivencia en contextos de peligro o de recursos escasos, contextos que rara vez encontramos en el mundo moderno. Generalmente no podemos controlar nuestros impulsos y urgencias, pero esto no implica que obligatoriamente tengan que gobernar nuestra conducta.

¿Cómo puede ayudarte la Terapia de Aceptación y Compromiso?
Cuando tomamos decisiones con el objetivo de regular nuestras emociones, ignorando las consecuencias a largo plazo para nuestra vida, se genera un ciclo perpetuo que mantiene nuestro sufrimiento. Por ejemplo, si al sentirse ansioso uno consume drogas, y en consecuencia se alivia la ansiedad, la conducta de consumo es inmediatamente reforzada, aumentando la probabilidad de que se repita la siguiente vez que se esté ansioso. Esto genera a largo plazo una problemática de difícil resolución.
ACT intenta ayudar a los pacientes a tomar sus decisiones de acuerdo a sus valores. Los valores pueden considerarse reglas duraderas que las personas eligen para comportarse. Le dan direccionalidad a nuestro comportamiento, con el objetivo de obtener recompensas más duraderas, estables y a largo plazo. Esto implica que, para obtenerlas, a veces es necesario renunciar a gratificaciones inmediatas y afrontar eventos que nos producen malestar.
ACT ayuda a promover estos dos objetivos –aceptación de experiencias internas y acción dirigida por valores- mediante técnicas diseñadas para aumentar la flexibilidad cognitiva. Esta es la habilidad para estar en contacto con experiencias internas, darles entidad cuando son útiles, ver los pensamientos como sólo pensamientos, tener un fuerte sentido de dirección en la vida, y perseguir objetivos que son significativos. Esta habilidad se compone por seis procesos de cambio que trabajan en conjunto:
• ACEPTACIÓN: Implica permitir que nuestros pensamientos, emociones y sensaciones ocurran en el momento presente sin intentar alterarlos o disminuirlos. La aceptación es una acción; por ejemplo, tratar al sentimiento de ansiedad como uno trataría a un hijo que está gritando para pedir golosinas en un quiosco. No nos escapamos del niño dejándolo solo en el quiosco, pero tampoco sucumbimos a sus exigencias sólo para que se calle. Es la acción opuesta a la evitación experiencial.
• DEFUSIÓN: Estar defusionado de nuestros pensamientos, emociones y sensaciones es poder verlas como lo que son, sin agregados. A diferencia del concepto opuesto, “fusión” -que es cuando nos identificamos plenamente con nuestro pensamiento o emoción-, la defusión significa des-identificarse de estas experiencias internas, verlas no como parte de nuestra identidad sino como meras reacciones. Por ejemplo, si notamos que nuestro corazón late rápido y nos sudan las manos (sensación física incómoda), en vez de automáticamente identificar eso con algo “malo” o “peligroso”, intentar notarlos como reacciones pasajeras, cortando así el circuito de ansiedad.
• YO-CONTEXTO: Es un tipo de defusión, pero específicamente aplicado a las auto-evaluaciones. Se diferencia del “yo-contenido”, que es cuando se experimentan las auto-evaluaciones como literalmente ciertas, permitiendo que influyan sobre nuestras acciones. Por ejemplo, la auto-evaluación de “ser rudo” puede ser útil en una carrera o competición, pero puede influir negativamente sobre nuestra conducta en el contexto de una relación romántica. El self como contexto, en cambio, se da cuando el individuo contacta con un sentido más profundo de sí mismo, lo cual sirve como contexto para experimentar los pensamientos y emociones actuales.
• ESTAR PRESENTE: Es un concepto similar al mindfulness (atención plena). Se trata de enfocarse en el presente para poder cambiar flexiblemente la atención a estímulos relevantes. La idea es que los pacientes estén atentos y respondan a lo que está sucediendo en la situación actual, y así maximizar el potencial de la acción dirigida por valores.
Los últimos dos procesos se enfocan en el cambio conductual:
• VALORES
• COMPROMISO PARA LA ACCIÓN
Estos dos procesos implican, en primer lugar, identificar valores significativos que ayuden a las personas a elegir determinadas direcciones y propósitos para vivir su vida. Y, en segundo lugar, se ayuda a emprender acciones y patrones de comportamiento que reflejen los valores identificados. Es en este punto donde se integran las técnicas conductuales tradicionales, y si bien están dirigidas al cambio conductual, al ser aplicadas desde la perspectiva de ACT se enfocan en el rol que tienen el lenguaje y la cognición sobre dicho cambio.
Usando metáforas, ejercicios experienciales y estrategias de atención plena y aceptación, ACT enseña habilidades que permiten a los pacientes pensar lo que piensan, sentir lo que sienten, reconocer su historia y lo que la situación permite, y persistir en acciones que estén al servicio de sus valores.